Estamos asistiendo atónitos al desembarco de la inteligencia artificial (IA) en muchos ámbitos del mundo que nos rodea; en lo cotidiano, pero también en aplicaciones que van a tener que ver con la forma en que desarrollamos nuestro trabajo. El mundo de la alimentación no está al margen y aunque no lo vemos todavía, con la velocidad a la que se desarrolla la tecnología esto puede cambiar en poco tiempo. La IA va a tener mucho que decir en el campo de la restauración y las colectividades.
Parece que la aparición de los Chat GPT (a quien muchos le preguntan cosas como si fuera un oráculo) nos ha abierto los ojos a pensar que ese futuro distópico ya estaba aquí… pero lo cierto es que llevamos muchos años conviviendo con aplicaciones que integran la inteligencia artificial. Los que conocen nuestro trabajo como asesoría alimentaria en el sector, saben que siempre apoyamos nuestros proyectos en soluciones digitales como una herramienta más y defendemos el uso de tecnologías en la cocina tanto como tener un buen horno o comprar producto local. Si ayuda a mejorar el resultado, ¿por qué no usarla?
Sin miedo a que nos desplace, la tecnología puede ser un aliado en un momento en el que está costando tanto encontrar profesionales para cubrir los equipos de nuestras cocinas y comedores… ¡toda ayuda viene bien!
Hoy en día, podemos utilizarla para:
Diseño de dietas. Los y las nutricionistas han sido unos de los primeros en ver las ventajas de algunas de estas herramientas, que pueden ayudar a personalizar menús y adaptar a las necesidades y gustos específicos de los usuarios teniendo en cuenta un montón de variables.
Diseño de platos y presentaciones. Para crear imágenes de recetas concretas que ilustren una comunicación, un contenido o una ficha técnica.
Gestión de la producción en cocina. Mediante listas de tareas de elaboración, basando las cantidades en las recetas de menús previamente diseñados y en la previsión de los usuarios. Al igual que para la gestión de compras.
Gestión de horarios. En los centros donde los servicios fluctúan dependiendo de diferentes variables, con algunas herramientas podemos identificar patrones, predecir y así planificar en consecuencia. Tener en cuenta días/horas de máxima afluencia, o de máximo consumo, cualidades de cada trabajador, días con tareas extras (limpiezas, inventarios, etc.), para elaborar horarios más eficientes para el servicio y con tiempos de descanso adecuados para el equipo…
Mantenimiento predictivo para las instalaciones, según histórico de reparaciones y horas de uso.
Análisis de datos de manera precisa. Próximamente se podrán hacer previsiones de menús y pedidos en función de la predicción del tiempo, las preferencias de nuestros comensales y hasta de la actualidad en las noticias. Variables que un algoritmo puede combinar, pero que a un gestor experto le costaría mucho manejar y plasmar en sus decisiones.
Los objetivos de aplicarla hoy en día sobre todo irían encaminados a reducir tiempos: de trabajo, de espera, de planificación y toma de decisiones (el tiempo es dinero, así que también busca optimizar costes de personal)… También a la automatización de algunas tareas ya que ayuda a reducir errores, que una vez más nos suponen tiempo y recursos.
Eso sí, la tecnología no empatiza, no interpreta estados de ánimo y responde a datos o entradas sólo aportadas por personas. En los menús nos puede ayudar a dar variedad, pero no hace las labores de acompañamiento, adaptación o la función de educador nutricional que un buen profesional puede hacer. Un brazo robótico puede preparar algunas recetas ¿pero podría improvisar un menú especial para un comensal que hoy no se encuentra bien?
Podríamos decir que, más que un sustituto, algunas herramientas pueden ser un estupendo copiloto para empresas y profesionales. Hay mucho camino por recorrer todavía y para que la IA mejore nuestra operativa, habrá que diseñarla para ello… y la legislación que la regule, ese es otro melón que habrá que abrir.
Este texto no lo ha escrito una IA, aunque podría… ¡el título sí!
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